Cerraré los ojos para besar tu boca, suavemente, sentir como tus labios se deslizan por mis labios y como tu lengua dibuja la forma de mi boca mientras exhalas el deseo que asoma bajo tu vientre.
Con los ojos cerrados me abandonaré al instante en que tus manos tomen mi cara para acercarla otra vez y perdernos, mientras tu mano se enreda con el pelo de mi nuca e impide a mis dudas escapar de este momento.
Y afirmaré mis manos al respaldo de la silla cuando mis piernas flaqueen, ya que has bajado por mi pecho y te detienes a la altura del pubis, para retirar con experticia mi ropa y detenerte a recorrer con esmero cada rincón de mi vagina, explorando recodos nunca antes descubiertos.
Voy a gemir cómo me pides cuando me levantes en vilo y pegues mi cuerpo a tu cuerpo, con algo de torpeza. Y ya no detendrás mi vuelo.
Entonces, dejaré el papel de mujer sumisa que hasta ahora conociste, y cuando menos lo pienses, me detendré a morder tus pezones, en una mezcla de dolor y placer que no comprendes, pero que eres incapás de detener.
Amarrado en tu cama gozarás de la satisfacción de sentirte dominado. Te elevarás a niveles de placer indescriptibles mientras cabalgo sobre tus caderas y me muevo de la mejor manera que nunca soñaste. Al principio.
No entenderás muy bien el juego de la venganza cuando pasen varias horas y sigas atado a la cama. No entenderás el placer que me provoca torturar levemente tu cuerpo deslizando con fuerza mis uñas sobre tu pecho mientras te beso.
Lo peor es que no entenderás porqué tu cuerpo reacciona tan bien al dolor que le provoco. No entenderás porqué te excitas mientras continúa esta pequeña tortura.
Conocerás el uso alternativo de un cigarrillo y un lápiz, y hasta descubrirás que bellos objetos como una pluma pueden ser realmente dolorosos.
Me preocuparé de alimentarte para abusar de tí lo suficiente como para que descubras lo placentero del dolor. Pero esa no será mi venganza, porque conocerás el verdadero placer y yo misma te gozaré hasta hastiarme.
La verdadera venganza será dejarte sólo minutos antes de que vuelva tu esposa, atado, maltratado, con marcas en todo el cuerpo, con evidentes signos de varios días de lujuria en el catre matrimonial. Me perderé tu cara de intento de explicación cuando ella entre, es cierto, pero de sólo imaginarla, vale la pena el esfuerzo.
Mía.