Comencé a caer y sentí el frío que provocó el viento en mi cuerpo desnudo.
Las curvas de cintura se amoldan a las figuras de este hálito mientras avanzo por él, no cortándolo sino más bien, como si avanzara por agujeros de gusanos, rectos y eternos.
El tiempo se eternizó entre el principio de mi caída y el golpe en el piso. La luz me atravesó y fue a formar un arco iris que por un segundo se dibujó en la pared del fondo el patio.
Las curvas de cintura se amoldan a las figuras de este hálito mientras avanzo por él, no cortándolo sino más bien, como si avanzara por agujeros de gusanos, rectos y eternos.
El tiempo se eternizó entre el principio de mi caída y el golpe en el piso. La luz me atravesó y fue a formar un arco iris que por un segundo se dibujó en la pared del fondo el patio.
Comencé a caer y el vértigo me inundó toda, la incertidumbre, el convencimiento del fin en la medida que el suelo se acerca a mis ojos.
Antes de la caída, me desprendí del metálico frío que significó mi nacimiento, porque algunos comenzamos a caer apenas y vemos la luz al fondo de la matriz.
Entonces, cuando llego al piso me rompo en mil pedazos y me hago una con la tierra… ya sabéis: la vida de una gota es tan corta.
Antes de la caída, me desprendí del metálico frío que significó mi nacimiento, porque algunos comenzamos a caer apenas y vemos la luz al fondo de la matriz.
Entonces, cuando llego al piso me rompo en mil pedazos y me hago una con la tierra… ya sabéis: la vida de una gota es tan corta.
Mía
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