Voltearás por la vereda
tu sombra se perderá en el dintel
tus manos de baracero amante
ya no contendrán mis besos
de manceba furtiva.
Tus manos, delicadas manos de esfuerzo
que recorrieron mis alabeos
provocando estremecimiento
excitación y espasmo,
serán manos de otras manos.
Si, te vas.
Tu aullido de lobo oscuro,
gemido ahogado de placer proscrito,
resonará en otros parajes
menos cautivos que estos andurriales.
Más la paciencia abarca inmensidades.
Periplo tuyo es el que debe ser recorrido,
como alguna vez recorriste mis concavidades.
Zozobra tuya la que debes contagiarte,
para que el lobo cambie su pelaje.
Si, te vas, y aquí estaré
parada en la vereda donde alguna vez zarpaste,
armada con mi argadillo y dispuesta a remendarte.
Si, te vas, y yo seré el testigo ausente
de la desasón que agobiará tus mañanas.
Mía
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